martes, 24 de julio de 2012

...36...


Hum...

Hola a todos! Me alegro de veros; cómo ha ido el día? Espero que bien. El mío, ha sido muy tranquilo. De hecho, no os iba a escribir, pues no hay mucho que contar. Pero intuía que no hacerlo os iba a preocupar a algunos, y que otros, simplemente, seguís agradeciendo, casi dos años después, que siga contándoos cómo van las cosas por aquí.

Bien, hoy era mi día libre. Aun así, he aprovechado para bajar y ver al fisio. Volvió ayer de vacaciones y mi piernas lo esperaban como agua de mayo. Así que hemos estado un buen rato trabajando, estirando toda la zona del psoas, caderas... que andaba algo agarrotado. Después, he salido a comprar agua y mirar unas cosas.

Y poco más. La tarde la he tenido libre. Y con ella, ha llegado la anécdota del día. En días como hoy, en que me siento tranquilo, suelo escaparme a San Marcos. Creo que ya os he hablado alguna vez de esa iglesia. Colinda con el parador nacional y, en mi opinión, sigue sin tener nada que envidiar a la catedral de León. Uno de sus mayores encantos residente en que, así como la catedral padece “el síndrome del topo” y sus cimientos van cediendo y se va hundiendo, de forma que obliga a continuas restauraciones (he leído que los expertos auguran que un día se vendrá abajo), la iglesia de San Marcos apenas ha recibido arreglos desde sus orígenes; por lo que tiene un encanto especial que no he visto en otras iglesias. Total, que ahí me he ido, a pasar un rato en silencio, a dejar la mente libre... he entrado, me he quedado junto a un banquito, con los ojos cerrados, inspirando, expirando y contando 1. Inspirando, expirando y contando 2... y ahí estaba yo, tras unos minutos así, con la mente totalmente ausente y detenida, sin pensar, sin sentir nada más que la quietud de quien tiene su mente en blanco. Sin pensamientos, sin obligaciones, sin tiempo... cuando, de repente, una mano ha hecho un pequeño “tap, tap, tap” en mi hombro. Yo, pensaba que era mi momento, que nadie me conocía en esta ciudad y que podía seguir con los ojos cerrados. Pero la mano seguía insistente con su “tap, tap, tap”. Así que he abierto los ojos, he girado la vista, y he visto a una monja que me miraba y que, por la edad que tenía, debió ser profesora de lengua de Nelson Mandela en una escuela de Chirltown, Sudáfrica. Y la mujer, sonriente, me pregunta:

-Has venido a rezar? (toda sonriente ella...)
-(no señora, estoy jugando al tenis, no lo ve?) sí, a veces va bien.
-Ah, muy bien, pues sigue, sigue.
-(O_o')

Mañana iré a la cama de esta mujer a las 5 a.m. a preguntarle si está dormida y que puede seguir durmiendo. En fin... que ahí me he quedado un rato más hasta que he sentido que me apetecía volver al centro.

Y poco más. Hoy he visto en las noticias que la expedición olímpica ya está en Londres. He visto cómo iban vestidos, las maletas, los nervios, los gritos, las emociones... y quieras que no, uno comienza a empaparse de todo eso. Tengo ganas de ver la ceremonia de inauguración del viernes, y sentir que dentro de un mes, nosotros estaremos ahí, viviendo ese sueño.

Ayssss!!

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