miércoles, 2 de noviembre de 2011

El regreso

Hum...

Mis queridos amigos, os escribo desde el aeropuerto de Oslo, donde nos quedan un poco menos de dos horas para embarcar rumbo Frankfurt. No hay wifi; pero os escribo igualmente y ya os lo mando cuando tenga conexión, a saber donde.

Estos dias he estado desconectado para la practica totalidad del mundo. La competición, que se me antojaba un mero tramite para acceder a los juegos de Londres, trajo consigo la sorpresa de que el ranking internacional no estaba actualizado; y que era necesario obtener, como mínimo, una medalla de bronce para poder optar al una de las dos plazas que se darán para la competición individual. Con esta perspectiva, preferí centrarme en la competición y dejar de escribir; dedicar cada instante consciente a perseguir un objetivo. Durante estos dias, cada comida, cada gesto, cada pensamiento, ha estado enfocado y dedicado a la obtención del pasaporte a Londres.

La competición, en mi categoría, se organizo en dos grupos de cuatro jugadores y un grupo de tres. En cada grupo, los jugadores disputaron una fase previa de todos contra todos, para establecer quien quedaba como primero, segundo, tercero y cuarto de cada grupo. A mi, me toco con un húngaro, un ingles y un eslovako. De ahí, tras ganar los tres partidos, me fui a cuartos de final, fase a la que pasaban los dos primeros de cada grupo y los dos mejores terceros, ya en partidos de eliminatoria directa, donde me toco con otro eslovako. Fue, para mi, el partido mas difícil de todos, pues marcaba la frontera entre, irme a la calle y olvidarme de Londres, o continuar persiguiendo mi sueño. Fue un partido tenso, sudoroso, en el que tuve que sacar, ya no todas las armas, sino la entereza para estar tranquilo e ir tomando las decisiones correctas. El eslovaco, Robert, es un rival al que tengo mucho cariño y con el que ya he jugado otras veces. Gane el partido, y me dispuse a jugar las semifinales contra el que, en Irlanda, quedo bronce. Un portugués amable y educado. Así que me dispuse a otra lucha bola a bola. Pero, quizás mi cara de enfado, o la serenidad de quien sabe que es momento de recoger el trabajo sembrado, hizo que el partido fuese claramente mío. Me permití alguna bola fantasiosa, alguna sonrisa, y vi en los ojos de mi rival, al que mire fijamente a los ojos, que él ya daba el partido por perdido. Y con esa nueva victoria, al cabo de dos horas, me dispuse a afrontar el partido de la final. La clasificación para Londres, según los números que hicieron y me explicaron los portugueses, ya estaba conseguida. Pero, el objetivo era ganar, y estábamos en el buen camino. "te tocara luchar con todas las bolas", me dijo mi seleccionador; pues el ingles, Stephen, no da una bola por perdida. Y lo asumí. El criterio de mi entrenadora, siempre sabio, fue no cambiar nada. Seguir entrenando antes de los partidos de la misma forma, seguir jugando con la misma actitud, en el mismo lugar del campo. Y así lo hice. La mirada de Stephen fue diferente; pero no la sentí superior a la mía; y así se la mantuve en los 20 segundos que nos miramos fijamente cuando él regresaba de ver una jugada en el campo. De un 4-0 para mi, nos fuimos a un 4-3 al ultimo parcial. La suerte quiso que tuviese yo el color azul, y que, por tanto, tuviese yo el ultimo saque en mi mano. Cerré los ojos cuanto apenas, me tome todo el tiempo del mundo, y saque a algo mas de 8 metros de distancia. Una bola fue suficiente para desgastar las 6 inglesas. Y tras lanzar otra y confirmarme como dueño de los 8 metros, lance las otras 4 bolas fuera para terminar con una batalla que había durado 4 dias.

Esta es mi primera medalla de oro individual en una competición internacional. Apenas la he celebrado. Ha sido una alegría tremenda, es cierto. Pero no quise gritar, ni expresar grandes emociones al firmar el acta del partido. Creo que es lo menos que podía hacer en respeto a mi rival. Aunque, si queréis que os diga la verdad, es indescriptible la sensación que uno tiene cuando, con la medalla en el cuello, la gente guarda silencio y el himno de España comienza a sonar. Para mi, tras tantos años de sequía de medallas, ha sido una forma de decir al resto de Europa que España sigue siendo un país grande y fuerte, y que estamos dispuestos a seguir compitiendo al máximo nivel. En mi recuerdo, durante los instantes que sonaba el himno, estuvieron técnicos, jugadores, compañeros y, con mucho afecto, todas aquellas personas que practican el deporte de la boccia en este país. Sobre todo, las escuelas deportivas y aquellos que, como yo, comenzaron a entrenar por el mero hecho de divertirse. A todos ellos, mis ánimos en que sigan adelante.

Hemos tomado nota de los errores y las imprecisiones que hemos cometido; y regreso a Leon con la sonrisa y la satisfacción del deber bien hecho. Pero también con la claridad de saber que queda mucho trabajo por hacer, muchas cosas por pulir. Gesto, estrategia, material... Tenemos un año por delante en el que, sinceramente, tenemos la oportunidad de prepararnos a conciencia para llegar a Londres en las mismas condiciones que cualquier rival por fuerte que sea.

Estos dias, toca descansar un poco; aunque, la liga madrileña ya va avisando de que comienza en un par de semanas. Aun así, intentare escribiros estos y contaros como va todo.

El final de esta carta, os lo escribo 24 horas después, desde el tren que nos lleva de Madrid a Leon.

Buenos dias, y buena suerte!

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