sábado, 22 de octubre de 2011

Día 372

Hum...

Hola a todos! Cómo ha ido el día? El mío, ha sido interesante en muchos aspectos; algunos de ellos personales, y otros, os los cuento a continuación:

A pesar de ser sábado, me he levantado casi a la hora de siempre, para bajar a desayunar y poder hacer aeróbic temprano; de forma que tuviese el resto del día libre. Habría sido un desayuno normal, con los dos yogures de soja, los cereales y el vaso de zumo, pensando en mis cosas... si no hubiese sido por la visita de Saturnino. Ha entrado radiante, enérgico, y con ganas de conversación, al comedor.
-Compañerooo! ¿Te he contado que una vez me fui a Francia y comí helado de verdad?
-hombre Saturnino, qué tal? ¿has estado en Francia?
-Sí, pero hace muchos años.
-Ah! Oye, y qué te ha dicho el médico de tus dolores y tus vómitos?
-Nada, que tengo el estómago helado.
-Ah... (o_O)
Este pequeño diálogo, ha seguido con una interesante conversación. Resulta que le he preguntado porqué ya no lleva su libreta consigo; y me ha dicho que se la han quitado. Se ve que no le dejan escribir. La censura de esta época, a sus ojos, es no dejar expresarse a la gente, controlar lo que dicen, lo que escriben, no sea que a alguien le remueva la conciencia. Hemos hablado de sus escritos, de mis libros, y del placer por escribir y la estupidez de aquellos que, sin ser capaces de escribir dos folios, se atreven a criticar y evaluar un libro cualquiera. Y de aquellos que, sólo por tener un nombre, ya venden libros por malos que sean... ha sido una charla muy interesante que ha derivado en el resumen de hablar de todas las cosas que hacemos, y que son valoradas y opinadas por personas que no son capaces de hacer aquello que critican. Y de la importancia de hacer aquello que nos gusta, al margen de la opinión que puedan tener los demás en nosotros. Escribir, por el gusto de escribir, no por la búsqueda de la aprobación de quienes nos leen. Este hombre, no estará muy cuerdo. Pero a veces, te deja sin palabras.

Bien, tras subir, y hacer la sesión de aeróbic, lenta y sudorosa, me he arreglado un poco, me he puesto la chaqueta nueva de color rojo, y me he ido a comer fuera del centro. Me apetecía callejear, perderme por las calles y ver cómo va la silla nueva. Y bueno, ha habido de todo un poco. El centro sigue siendo un vaivén de turistas, plano en mano, que abren la boca mientras contemplan las cruces en lo alto de la catedral. El mercado de la plaza del ayuntamiento, estaba insultante, llenando los puestos de colores variados; tantos, que hacía olvidar los matices del otoño. Otoño que, por cierto, hoy nos daba 5 grados a las 11 de la mañana. Una gitana ofrecía sus pares de bragas al cambio de un euro, mientras una mujer, machete en mano, iba pelando coles y lechugas a sus clientes. Leoneses, chinos, turistas y curiosos, se daban cita en la misma plaza mientras yo la iba cruzando en dirección a dónde comer.

Tras comer y comprar unos calcetines de invierno, he vuelto hacia el CRE dando un rodeo hasta llegar al MUSAC, el museo de arte contemporáneo. Y, siempre que salgo de ese edificio, digo la misma frase: “no entiendo el arte contemporáneo.” Había varias exposiciones; algunas, ni siquiera sabría decir la temática. Otras, sobre pinturas, o fotografías sin una temática muy definida, dejando en manos de los visitantes la intención y el mensaje de encontrar, por ejemplo, tres botellas de coca-cola brasileñas, una llena, una por la mitad, y una vacía. En fin...

Y poco más. Al regresar, me he encontrado con El Maestro, que iba con su novia y la hermana a una cadena de supermercados llamados “el árbol”, una especie de “dia”, y me he ido con ellos; ya que, en Mercadona, cada vez hay menos dónde elegir... Ahora, voy a ver si os mando el día de hoy y me acerco a ver al residente jovencillo; que lleva unos días un poco alterado...

Besos a todos!!

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