jueves, 9 de junio de 2011

Día 237

Hum...

Esta mañana estuve en la habitación de Carmelo. De forma inevitable, me fijé en su calendario de la pared. Había un día marcado con dos círculos, uno negro y otro rojo. Le pregunté qué pasaba ese día...
-Ese día es la marca para recordar una parte de mí murió hace un tiempo. Fue el día que conocí a mi princesa. Ese día, -me explicaba- murió en mí la soledad, la duda hacia el sentido de mi existencia; que fue disipada (me encanta esa palabra) por la mera presencia que ella supone en mi día a día. Y nació una nueva etapa, un renacer a una nueva vida donde viejos temores han dado lugares a sueños que estaban olvidados. Desde entonces, celebro ese día por el cambio que supuso encontrarla.

Supongo que este hombre evoca por un lado el encuentro con su gran amor; pero también el hecho de que, cuando algo aparece en nuestras vidas, es porque algo ha muerto primero para dejarle un lugar para existir. Visto de otro modo más esperanzador, me doy cuenta de que, han de morir en nosotros, de forma necesaria, ciertas cosas para que puedan nacer en su lugar nuevos sentimientos, nuevas situaciones... lo que dicho de otra forma, supone que, hasta que ciertas cosas no mueran, no nacerán otras. Por favor, que alguien llame a Nicholas Sparks (autor del cuaderno de Noa) este hombre es una mina.

Hola a todos! Qué tal ha ido el jueves? Venga, que mañana es viernes... tal y como os decía ayer, hay días más tranquilos y días más agitados. Y hoy tocaba día agitado. Pero eso no quiere decir que haya sido un mal día, sino todo lo contrario.

Tras desayunar a horas tempranas, me he ido a entrenar. Seguimos con los ejercicios de precisión. Me resulta llamativo ver que, en ejercicios como el de hoy, que se ha prolongado por la tarde, los lanzamientos efectuados con los ojos abiertos, y los hechos con los ojos cerrados, están cada vez más parejos. Supongo que es porque voy integrando de nuevo el gesto, el movimiento... me encanta!

Pues eso, por la mañana, entrene con bolas antes de ir al fisio. Y, después de éste, a correos y a comer al centro de nuevo. Apenas me ha dado para echar una cabezadita y enseguida a entrenar otra vez. Esta vez, con todo el grupo, en el pabellón. Me gusta. Éramos 8, más los entrenadores, más dos canchas de baloncesto con niños jugando y entrenando. Todo a la vez. Y allí estaba yo, con toda mi calma trabajando, siendo consciente del mercado en el que estaba y relajado al mismo tiempo. Y es que, cuando se hacen las cosas con gusto, no importa el exterior; pues nada le quita a uno la sonrisa de las cosas bien hechas.

Ahora, vengo de la peluquería que hay en la planta baja. Me gusta cuidarme, sentirme guapo, y cortarme el pelo de cuando en cuando. Y hoy, era uno de esos “cuandos”. Mañana, salgo de viaje. El primero de 4 fines de semana seguidos, que es hasta donde me llega la vista en el horizonte. Así que ya os escribiré el domingo a mi regreso o en lunes, según la hora de mi llegada. Por cierto, que uno de vosotros me ha preguntado con intriga, cuál es el nombre de la princesa de Carmelo. Y me he dado cuenta de que no lo sé. Mañana antes de irme se lo pregunto y el domingo os lo digo.

Tened un buen finde; romped algún jarrón y dejad que algo muera dentro de vosotros. Nunca se sabe...

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