lunes, 9 de mayo de 2011

Día 206

Hum..

Creo que ya os he contado esta historia a algunos de vosotros:

Existió una vez un monasterio Zen. Un día, el abad encargado de dirigirlo, murió. Reunieron entonces a todos los monjes en una sala para elegir al nuevo abad de entre ellos. En el centro de la sala, había un jarrón hermoso con una rosa. El monje que hacía las funciones de abad hasta que se hiciese la elección, planteó el siguiente enigma: -El jarrón que tienen ante ustedes, es el problema que deben de resolver. El que lo resuelva, será el nuevo abad.

Los monjes, se quedaron observando el jarrón y la flor. Era todo tan hermoso... se preguntaban cuál era la solución. Unos limpiaban el jarrón, otros regaban la flor... pero nadie encontraba la solución. Al final, uno de los monjes, se levantó y, con su bastón, hizo el jarrón en mil pedazos dándole un gran golpe. Ese monje, se convirtió en el abad del monasterio. Fue el único que se dio cuenta de que, por hermoso que fuese, el jarrón era en sí el problema y había que eliminarlo. Así de simple. A veces, tenemos problemas que nos seducen, que nos resultan hermosos; y por no perder de vista su hermosura o su tentación, seguimos dejando que el problema como tal, exista en nuestras vidas. Hoy, mi “jarrón”, tenía forma de bolas de boccia; y así he hecho con ellas. He cogido las bolas nuevas, tan seductoras al ser nuevas, y las he guardado haciendo así desaparecer una preocupación que llevaba conmigo desde hace meses. He sacado las bolas viejas y hoy he hecho el primer entrenamiento con ellas. Hemos tenido sesión de técnica, la entrenadora y yo, mano a mano, en silencio... he estado tan a gusto como siempre. Han sido dos horas justas de trabajo de propiocepción. Lanzando bolas con los ojos cerrados. Ha sido interesante darme cuenta de cómo, al lanzar con los ojos cerrados, las sensaciones que me transmitía el hombro, me hacían pensar que la boda había ido a un sitio en concreto, y el sonido de la bola hacía que pensase que había ido a otro lugar. Sigue siendo un trabajo que cansa más de lo que esperaba. Sobretodo, a nivel mental. Pues te obliga a observar, a concentrarte en cada bola... y el gesto mecánico desaparece para convertirse en algo mucho más consciente y preciso. Me encanta!

Tras el entrenamiento, he bajado a la lavandería en busca de mi ropa negra sin marcar. Menos mal que sé cuáles son, jejeje. Y de ahllí, a la consulta de la médico, a revisar la garganta. Nada importante. Está un poco irritada, pero nada de qué preocuparse. El resto de la mañana, ha transcurrido con tranquilidad.

Por la tarde, tras comer, he vuelto a la sesión de aeróbic de los lunes. Ha estado bien. Hemos empezado siendo tres personas, y han ido viniendo hasta que hemos sido nueve. Ha sido divertido. Poco a poco, voy viendo que el cuerpo se deja llevar por la música, y se me va despertando cierto sentido del ritmo que tenía olvidado. MooOOoola!

y poco más. Ahora me encuentro escribiéndoos, con la persiana bajada por esconderme del sol que hace aquí, que es tremendo. Tras escribiros, terminaré de leer el libro que llevo entre manos, que me tiene enganchado y apenas me quedan 50 páginas. Es lo bueno de haber hecho los deberes y sentirse con la tranquilidad de haber hecho las cosas bien.

Buen martes a todos!

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