viernes, 6 de mayo de 2011

Día 203

Hum...

Hola chicos! Por fin es viernes, momento en que uno puede dejar en la percha el traje de trabajo y dedicarse a pasear por las calles, ajeno a lo que en ellas sucede, descansando del ajetreo de la semana. No es mi caso, pero es una escena que suelo imaginar.

Hoy, ha sido un día de los más tranquilos. Me he levantado un poco más temprano de lo habitual, para desayunar antes y entrenar de 9 a 10:30. agradezco los entrenamientos de técnica que hacemos por las mañanas; pues solamente entreno yo. Toda la sala es mía, y siento una quietud que me es muy agradable. Hoy, estaban modificando unos paneles de la sala, la música estaba puesta con un concierto de U2, la gente entraba, salía... y aun así, los ejercicios de visualización, en los que necesitaba estar concentrado, han salido bastante bien. Lo que sucede a mi alrededor, cada vez afecta menos.

Ayer me fui a la cama con cierta sensación de desazón. No suelo reflejar en el diario mis días difíciles, sobretodo por no preocupar a las personas que me quieren y que están lejos de mí. Pero es cierto que, hay días, como el de ayer, en que las cosas, simplemente, no brillaban con luz propia. Hay un tema deportivo, una inscripción a un campeonato de boccia, que me lleva un poco de cabeza; son temas de plazos de inscripción, de pagos... situaciones en las que un deportista se da cuenta de si realmente toda la trama administrativa que hay detrás suya funciona o no, y si realmente está arropado por ella. Son días en los que, aparte de entrenar, uno no puede evitar preocuparse por si se han hecho las cosas, y si se han hecho bien. Cuando mi única preocupación, debería ser entrenar; nada más. Este hecho, hizo que ayer andase un poco agobiado, con incertidumbre... y quiera uno que no, esas sensaciones se terminan extrapolando al estado de ánimo de todo lo que hacemos.

Tras una reflexión, me doy cuenta de que es normal que todos tengamos días bajos. Que tengo derecho a tenerlos, a decir simplemente, “hoy no me apetece”, sabiendo que mañana podré volver a estar a tope. Por otro lado, cuando vine aquí, nadie me dijo que iba a ser fácil; pero, sobretodo, nadie me puso un cuchillo en el cuello para que viene aquí. Simplemente, vine porque quise. Entreno porque quiero, y, en cualquier momento, puedo decir “me voy a casa”. Entonces, tras esta reflexión, y ya que decido seguir aquí, seguir entrenando y seguir luchando, tengo dos actitudes que puedo elegir ante este hecho: vivir las cosas con alegría, o como un castigo. Es absurdo olvidar que la mayoría de cosas que hacemos, las hacemos porque nosotros mismos elegimos hacerlas. Entonces, si está en nuestra mano, ¿Porqué no vivirlas con alegría y emoción? Si vamos a vivir con tristeza aquello que hemos elegido, ¿Porqué lo elegimos? Llegar a esta reflexión ha sido todo un soplo de aire fresco. Saber que vivo las cosas como deseo vivirlas; y que está en mi mano que, una situación cotidiana, sea agradable o triste, hace que todo cobre un gran sentido. Y sobretodo, que todo tenga un futuro tan hermoso como yo quiera vivir con cada una de las circunstancias. Creo que todo el mundo debería detenerse a analizar con qué actitud hace las cosas. Descubrirían que hay cosas que deberían dejar de hacer; o que esas mismas cosas, se pueden hacer con otra actitud con el simple hecho de cambiar la visión de las cosas.

Aparte del entrenamiento de esta mañana, no he hecho mucho más. Repasar el armario, arreglar los libros de las estanterías, ver alguna serie... (¿alguien sabe quién mató a Laura Palmer?). Por la tarde, me he acercado a ver dos partidos de boccia que tenían que disputar los equipos que hay en el centro antes de la jornada del domingo. Y ya que estaba, me he quedado haciendo de crono. Hemos bajado justos a cenar, y os escribo ahora, antes de ponerme a leer y marcharme a la cama.

Y poco más. Os deseo un buen sábado a todos. Mañana tengo jornada de liga por parejas y no sé a qué hora terminaré; por lo que es posible que no os escriba hasta el domingo.

Besos a todos!

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