sábado, 11 de diciembre de 2010

Día 57

Hum...
Hola chicos! Aquí estoy, un día más, dispuesto a contaros lo que el día ha dado de sí. Llevo unos días que, por alguna razón, me acuesto cansado de la actividad diaria; pero, cuando me tumbo en la cama, me desvelo, y me quedo despierto hasta altas horas, por lo que al día siguiente me cuesta un poco arrancar. Hoy, ha sido uno de esos días. Sólo ha sido media hora más, pero me ha dado la sensación de que me he quedado una eternidad en la cama...
Total, que he bajado a desayunar, y resulta que se les habían agotado los yogures de soja (sigo con mi dieta). Se agotaron ayer, y nadie los repuso... así que he desayunado un poco de pan tostado con aceite y un par de lonchas de york. Acostumbrado al azúcar que hay en el yogur con cereales, el pedalier se ha hecho un pelín más cuesta arriba, ya que el combustible no era el mismo... pero bueno, menos mal que estaba la música para empujarme un poco. Y bueno, ya que no había yogures, y que la exposición que iba a visitar se ha cancelado porque el tipo que la organizaba se ha puesto muy grave, según el recepcionista del hotel donde se hacía, me he ido al Carrefur. Era el único parque comercial de la ciudad que me quedaba por visitar; y como los yogures de marras sólo los venden allí y en el corte inglés... nada, qué os voy a contar... un carrefur. Sin más.

La mitad de los residentes del turno de las dos, unos por otros, han decidido no venir a comer hoy; por lo que, a los pocos que hemos quedado, nos han pasado al turno de las 13:30. Qué poco apetece comer tan pronto! Pero bueno, al menos, tienes más trozo de tarde libre. En mi caso, la libertad se ha traducido en la sesión de pedalier de la tarde, y salir después a tomar algo con un grupo de residentes. Es irónico, porque me esperaba ir a un bar, a desconectar un poco de la vida del centro, y me han llevado al hogar del jubilado... jajaja! Eso sí, todo muy barato, jajaja! Hemos hablado de la Iglesia, de deporte, del tiempo... mañana volveremos y cenaremos allí. Ya que será el último fin de semana que pasamos juntos hasta después de reyes.

En días como hoy, escuchando cómo los residentes se cuestionan la existencia de Dios, en base a las desgracias que ocurren, las tragedias naturales, y las víctimas de la genética, veo que cada uno de ellos, tiene una historia personal. Una inquietud y una vida pasada, presente y futura. Cada uno de ellos, podría contar cómo es la vida desde su punto de vista, y porqué vale la pena vivir o morir. Partiendo de la base de que ninguno de ellos ha terminado con su vida, y dejando a un lado la idea de que no lo hayan hecho por miedo a la muerte, habría que observar en cada uno de ellos, qué es lo que les mueve para seguir adelante. Todos cuentan su vida con una sonrisa; y a ninguno lo puedo imaginar con una cara triste. Quizá la humanidad que hay en ellos sea precisamente esa, la alegría con que viven las cosas. Cada uno, tiene unas limitaciones que son insalvables; pero que, en su día a día, lo tienen tan integrado, que llegan a pasar desapercibidas. Es curioso cómo puedo olvidar sus carencias, cuando soy capaz de ver a la persona que hay en ellas, y no a la discapacidad que padecen. Cuando juego con El Maestro, olvido a veces que no puede mover sus brazos, y que he mover yo sus piezas. Simplemente, estoy jugando con un amigo... lo demás, se olvida...

Pero, a pesar de lo anterior contado, hay una actitud de esfuerzo por parte de muchos de ellos, de aprender, de entrenar, de jugar, de salir a que les dé el sol en la cara... Me gustaría reflejar la vida que hay aquí, mandar un mensaje de esperanza a las personas que viven ahí fuera, al otro lado de las paredes de este centro, que es un oasis. Aprovechad la vida, las relaciones, las amistades, los momentos de soledad... Hay residentes que tenemos la posibilidad de salir del centro cuando queremos; mientras que otros no pueden hacerlo si no viene alguien y los saca. Los veo y pienso: Encierro o libertad? Quién es el privilegiado en esta situación? El que está dentro, ajeno a los problemas del mundo, o el que está fuera, viviendo su aparente libertad de poder elegir lo que come o lo que hace? Os aseguro, que cada uno opina de una forma diferente. Y eso hace la convivencia tan rica...
Ahora, me bajaré a cenar, y luego jugaré una partida de ajedrez. Hace tiempo que dejó de ser una obligación, y se ha convertido en uno de esos pequeños placeres...
Besos a todos!

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