Hum...
Hola a todos! Cómo va todo? Espero que
bien; y que en esta ausencia mía, hayáis vivido infinidad de cosas.
Ya no por el hecho en sí de vivirlas y no permanecer estancados,
sino por el hecho de tener nuevas experiencias que compartir con los
que tenemos al lado. A fin de cuentas, aquello que vivimos y
experimentamos cobra todo su valor cuando lo compartimos con los
demás. De poco nos sirve tener grandes conocimientos y experiencias,
si éstas no salen de nosotros.
Bien, han pasado la friolera de 100
días desde que escribí mi última entrada en el blog. Todos
necesitamos a veces un parón, un reseteo... y el mío ha sido
durante ese periodo. Atrás quedaron los últimos juegos
paralímpicos; que no quiere decir que se hayan olvidado, y toca
comenzar una nueva etapa. Me he tomado todo el tiempo del mundo para
discernir cómo deseaba que fuese esta nueva etapa antes de ponerme a
escribir de nuevo. No quería que se tratase de un punto y seguido;
pero tampoco de un punto y aparte. Necesitaba valorar si quería
seguir en esta historia por pura inercia, acomodado en la vida de
siempre, sin enfrentarme a más cosas que la rutina diaria, o si
estaba dispuesto a seguir trabajando con la intención de ser mejor
persona y mejor deportista. Y cambiar, con ello, algunos aspectos de
mi estancia en León.
Pienso que muchas veces hacemos las
cosas pensando en lo que los demás esperan de nosotros. Y eso es un
error. Hemos de ser capaces de decidir qué es lo que queremos hacer,
cuál es el camino que deseamos tomar, sea uno nuevo, o el mismo que
recorrimos ayer, y comenzar a caminar con la sensación de que lo
estamos haciendo porque es lo que realmente deseamos. Antes de los
juegos, mi entrenadora me decía muchas veces que, en la vida, ganes
o pierdas a cada uno de los retos que te enfrentas, tendrás a tu
lado gente que te apoyará y gente que te criticará. Pero gente que,
al cabo de un tiempo, desaparecerá de nuestras vidas. Y entonces, lo
realmente valioso, será el camino que hemos recorrido y las
experiencias que en él hemos encontrado. Por tanto, es importante
que ese camino sea el que nosotros queremos recorrer; no el que otros
desean que recorramos. Cuando vine al CRE hace ya dos años y tres
meses, y a raíz de las diferentes reacciones que vi en la gente por
mi decisión, me quedó muy claro que la mayoría de las personas
valoran las decisiones que tú tomas en función de sus intereses.
Hoy, sigo viendo esa frase como una gran verdad. Si sigo aquí, es
porque me apetece; no porque alguien espere de mí que siga aquí o
que me marche a mi casa. Y el día que ya no me apetezca... a otra
cosa.
El hecho de irme a casa y observar la
vida deportiva desde fuera, me ha permitido ver que el gusanillo por
la competición no ha desaparecido. Pero que ese gusanillo necesitaba
volver a empezar de nuevo, con la frescura de los que empiezan, de
los que todavía están aprendiendo. Y esa es la actitud que he ido
inculcando antes de regresar al CRE, con el fin de volver a disfrutar
de lo que hago. Regresé de Valencia con la furgoneta llena de cosas,
materiales y emocionales, dispuesto a empezar de cero, tal cual hice
el 15 de octubre de 2010 cuando comencé esta historia. Y, con los
ojos de un niño, voy dejando que la sencillez y la inocencia vuelva
a visitarme en cada entrenamiento.
“Pedi”, mi pedalier para los que me
leéis por primera vez, ha vuelto a adornar las mañanas frente a la
nueva temporada de la serie Moderm Family. El Maestro viene a verme o
voy yo a su habitación, y ya tenemos pendiente una buena partidita
de ajedrez. Sigo con los ejercicios de brazos, con las series y las
repeticiones, con la búsqueda de unas bolas de calidad...
Hay residentes que ya no están. Iba a
decir que, afortunadamente, nadie ha fallecido; pero la verdad es que
hay personas que pienso que se encontrarían mejor fuera de los
cuerpos que tienen actualmente. Por contra, hay residentes nuevas que
preguntan, que descubren, que comienzan su andadura en este pequeño
mundo... y da gusto hablar con ellas y ver que sus vidas, a fin de
cuentas, no son tan diferentes a las de los que estamos aquí.
Vine el sábado y el clima ya me ha
regalado un par de breves nevadas. Una de ellas ni siquiera cuajó;
pero la otra dejó manchadas de blanco por unas horas. Suficientes
para recordarme que había dejado mi ciudad, con su sol y su humedad,
y que me encontraba de nuevo en mi segunda casa.
No puedo negar que me ha sorprendido
que, en estos 100 días, prácticamente nadie me ha preguntado porqué
había dejado de escribir. Incluso pensé en dejar de hacerlo visto
el interés que la gente mostraba. Pero reconozco que encuentro gusto
en la escritura; y que, porque los demás no aprecien lo que hacemos,
o no nos lo digan, no debemos de dejar de hacer aquello con lo que
disfrutamos. La vida, sigue siendo efímera, tal y como decía el
maestro de Zen del grupo al que iba aquí en León. Y aunque no
debamos identificarnos con lo que hacemos, sí debemos disfrutar con
ello.
Por ello, sólo puedo deciros que me
alegra estar de vuelta con todos vosotros. Y que os invito, como
muchas otras veces, que aquello que hacemos día a día, desde el
lugar donde cada uno se encuentra, sea siempre lo mejor que los demás
puedan recibir de nosotros mismos. Si lo hacemos, sea cual sea la
meta que nos hemos marcado este año, nuestra vida valdrá la pena
por lo avanzado cada día; indiferentemente de si alcanzamos esa meta
o no...
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