“David introdujo su mano en la bolsa;
saco una piedra y la lanzó.
Y golpeó al filisteo en la cabeza.
Y éste cayó al suelo. “
Esta es la oración que hacen los
jugadores de un equipo de baloncesto antes del partido de la final en
la película “Hossiers, más que ídolos” de Gene Hackman, rodada
en los años 80. En la película, hay un momento en que los chicos,
cuando se clasifican para jugar el campeonato interuniversitario,
entran al estadio y ven cómo es el interior y la grandeza de un
estadio profesional por primera vez. En ese instante, sienten miedo,
pues todo les parece tremendamente grande. El entrenador, al ver la
situación, coge una cinta métrica y les hace medir la altura del
aro, el ancho del campo, las líneas... para hacerles ver que,
dejando a un lado todo lo que lo rodea, el campo es el mismo que
aquel donde han entrenado toda la vida.
Tal cual sucede en la película, lo
experimenté hace dos días al entrar a entrenar por primera vez al
campo donde empezaré a jugar dentro de tres días. Se trataba de un
pabellón enorme con seis pistas centrales de juego que, ante el
tamaño del recinto parecen minúsculos. De hecho, nos han dicho que
se han vendido todas las entradas y que pasarán unas 3.000 personas
por el público. Entré a calentar, a entrenar, y me sentía
insignificante ante aquella mole. Y me vino bien recordar esa escena
para darme cuenta que, al margen de dónde compita, el campo va a
seguir midiendo 12,5x6.
Ayer, el seleccionador me pidió que
parase unos minutos antes de entrenar y que, simplemente,
permaneciese en el pabellón para ver qué sensaciones me transmitía
y buscar así aquellas que fuesen positivas de cara a la competición.
Y bueno, aunque el lugar es muy frío, siento que es la frialdad de
algo que es sobrio y respetuoso; y que con el calor de la gente la
cosa cambiará. Lo bueno de ser un lugar tan grande, es que los
campos están muy iluminados y el público con bastante penumbra; por
lo que será muy fácil aislarse y centrarse en la competición.
Hoy comienzan a jugar las parejas y
equipos. Yo sigo teniendo rutina de entrenamiento esta tarde; por lo
que iremos un ratito antes y veremos algún partido que sea
interesante. Como os decía al principio, empiezo a jugar el día 5 y
no el 6 como teníamos previsto en un principio. Es difícil de
explicar, pero tengo que jugar el día 5 contra un chino, que es otro
jugador que, junto conmigo, sacó la plaza para los juegos de forma
individual. Y para hacer los cruces que empiezan el día 6, hemos de
jugar nosotros antes un partido para determinar en qué posición
juega cada uno. Para mí, es toda una suerte tener que jugar ese
partido previo. El primer partido siempre es el que más me cuesta. Y
ganar o perder este partido, sólo determina si me cruzo con un grupo
o con otro. Pero no significa irse a la calle. Eso sí, es mucho más
interesante ganar; pues me cruzaría con un grupo mucho más
asequible.
Y bueno, todo esto en lo referente a la
boccia. La vida por aquí sigue siendo de cuento de hadas. Ayer,
intentamos colarnos en el estadio para ver atletismo; pero como no
teníamos entrada, no hubo manera. Aun así, fue divertido. Éramos
un grupo de siete personas, todas vestidas de España, que resultó
ser objetivo de muchísimos espectadores que iban hacia el estadio.
Así que tuvimos que ir parando cada pocos metros porque todo el
mundo quería hacerse fotos con nosotros. Había muchos españoles!
Sigo disfrutando cada momento, y sigue habiendo momentos para estar
centrado y para estar soltando carcajadas. Las únicas lágrimas que
han salido estos días, han sido por la emoción que tuve al recibir
un regalo que no me esperaba. Bueno, eso, y alguna lágrimilla al ver
los sollozos en las entregas de medalla de otros deportistas que,
quieras que no, te transmitían infinidad de cosas.
Y poco más. Como os decía, compito
dentro de tres días, e iré desconectando del mundo poco a poo para
evitar tener malas noticias o malentendidos que puedan distraerme a
estas alturas. Quizás os escriba brevemente si ocurre algo
importante.
Besos a todos!
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