sábado, 26 de febrero de 2011

Día 134

Hum...

-“Cuando vi el mar por primera vez, el mar ya me había visto a mí.”-

Esta es una frase que decía el oficial en jefe en la película de La Teniente O´neil. Y siempre que veo el mar, después de mucho tiempo, me acuerdo de esa frase. Y hoy ha sido uno de esos días. Se intuye que mañana cambiará el tiempo, que lloverá de nuevo, y había que aprovechar las horas de sol. Así que me he levantado a la hora de todos los días, y tras desayunar y hacer los ejercicios físicos de la mañana, he cogido el coche en dirección a Gijón. He de decir que me ha vuelto a sorprender la autopista; a mitad camino, un poco antes, hay un túnel que mide 4 kilómetros. Entrar en él, con sol y a 13 grados, no dejaba imaginar que, al otro lado, estaría lloviendo y harían 5 grados menos. Ha sido un cambio de paisaje drástico completamente. Pero, como ya me había hecho a la idea, he seguido adelante.

Al llegar a Gijón, he ido buscando la parte más baja, por la lógica de situarme a nivel del mar. Y bueno, de repente, al girar una calle, me he encontrado de lleno con el paseo de la playa. Me recordaba a Santander, a San Sebastián, a Coruña, con sus barandillas blancas, sus paseos de piedra oscura, sus playas rocosas... y, por más bravo que he visto y conozco el mediterráneo, he de decir que he visto hoy un mar poderoso. Mucho más poderoso y peligroso que el nuestro. Si Sorolla lo hubiese visto en su día, creo que habría pintado el mediterráneo todavía más blanco, más celeste. Y bueno, tras aparcar y pasear un poco acompañado del chiribiri que cala a los bobos, he entrado en un restaurante a comer. Los dos mercedes, el jaguar y los dos BMW del aparcamiento no desentonaban con el rojo de la furgoneta, jajaja, así que ese era un buen sitio. Hubiese dado, cual Camilo José Cela, lo que fuese por responder, al ofrecimiento del vino del somelier, un “supongo que con unas pochas”. Pero, al bacalao con base de arroz a banda y raviolis rellenos de centollo, le ha acompañado una botella de agua. Que uno está de viaje, pero se lleva el deporte consigo. Tras el bacalo, ha venido un crujiente de manzana, con helado de manzana y manzana asada... una verdadera delicia. Y todo, comiendo frente al mar, por menos de 25 euros. Un placer.



A ver si os mando alguna foto. La ciudad me ha gustado. He de decir que el casco antiguo, son dos calles: una, y dos. Pero es bonito. El mar da mucha vida a la ciudad, y parece que todo esté enfocado hacia ella. Además, al estar a apenas una hora y media de León, se me hace interesante. Volveré. Por cierto que, tras dos días de frenética actividad profiláctica y dental, me sentía hoy como un truhán al no poder lavarme los dientes tras tal manjar. Aunque, reconozco que tampoco me ha importado quedarme con el sabor en el paladar de la fisura de las dos manzanas.

Ahora, ya en la habitación, me dispongo a hacer los ejercicios de la tarde. Apenas es media hora y me van muy bien. Fin de cuentas, hoy no era el día libre. Simplemente, me he organizado para que me diese tiempo al trabajo y al ocio.

Y poco más. Voy a ver si me acerco a ver al residente jovencillo, que me han dicho que se ha dado un golpe en la cabeza, haciendo carreras con la silla. A ver si se ha quedado peor de lo que ya estaba....

Un abrazo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario