jueves, 13 de septiembre de 2012

Regreso de Londres


-Señor Nim, -dijo uno de los periodistas chinos. -tras cuatro años de intenso trabajo, no ha podido alcanzar el podio. ¿Se siente frustrado? ¿Qué es lo que ha fallado?
-Oh, no. -respondió Ku Nim Sahn mientras se secaba el sudor originado por la competición. -a lo largo de estos cuatro años he aprendido muchas cosas. Soy mejor deportista y mejor persona; y eso, es muy valioso. No podemos juzgar o valorar el trabajo de cuatro años, o el de toda una vida, en función únicamente del resultado final.
En todo encuentro deportivo, hay un vencedor y un vencido; pero eso es diferente a decir que hay un ganador y un perdedor. Los dos hemos dado todo lo posible dentro del campo y ha habido un vencedor. Pero considero que ninguno de los dos ha salido de la pista como perdedor.
Todo trabajo y todo desafío lleva consigo un aprendizaje; y eso es lo que realmente importa. Naturalmente que me habría gustado ganar una medalla -añadió Ku Nim Sahn. -pero no voy a valorar si el trabajo ha sido el adecuado o no por no haberla conseguido. Hoy, he jugado bien. Me he esforzado. Y eso es lo importante.
El esfuerzo, -respondió. -es muy importante. Es lo que da realmente sentido y valor a las cosas. Todo el mundo le da más valor a aquello que ha conseguido con esfuerzo que a aquello que ha obtenido sin esforzarse.
En nuestra vida cotidiana, en el día a día, en el trabajo, en los entrenamientos, en nuestra relación de pareja, o con nosotros mismos, debemos esforzarnos siempre.
Pero debe ser un esfuerzo que nazca de nuestra intención por ser mejores personas. Debemos intentar siempre ser la mejor persona que los demás pueden encontrar en nosotros. Tanto por ellos, como por nosotros mismos.
No debemos esforzarnos para agradar a nadie, para seducir o para deslumbrar a los demás. Pues, si ellos no aprecian nuestro esfuerzo, o no lo hacen de la forma que esperamos, nos frustraremos.
Existen personas; sobretodo deportistas, que se esfuerzan y nunca consiguen una medalla. Pero continúan entrenando día tras día, fieles a sí mismos. Corriendo en solitario, entrenando en soledad, con un esfuerzo que mucha gente no aprecia. Pero que, en el fondo, ellos no necesitan que nadie les reconozca.
Y llegarán a una competición, o a una entrevista de trabajo, o a una cita con otra persona, y se esforzarán por ser lo mejor que ellos mismos puedan ser. Y, para mí, ya habrán ganado.
El problema viene cuando nos encontramos con personas que no son sensibles a nuestro esfuerzo y nosotros esperamos su reconocimiento por el logro conseguido. Personas que, hagas lo que hagas, nunca será suficiente para ellas; porque sólo ven y buscan el fruto, el resultado final; sin importarles cuánto trabajo haya costado de obtener y, lo más importante, cuánto se ha aprendido en el camino. Personas que nunca valorarán ni te felicitarán por lo que has luchado.
El esfuerzo, da sentido a cada despertar, porque significa que hay una meta a alcanzar y un desafío que lograr. Y esforzarse, significa que las cosas no se consiguen solas; pero que, con empeño y constancia, se pueden lograr.
Si haces todo lo que está en tu mano, si te esfuerzas, nadie podrá decir que el resultado no es bueno. Unas veces, alcanzarás lo que te propones. Pero otras, cuando no las alcances, habrás aprendido y estarás preparado para volver a intentarlo. Y eso, es lo que te hace crecer como persona.
Por otro lado, la capacidad de esforzarse está ligada al sentimiento de frustración que una persona puede tener. Si estás acostumbrado a luchar y a esforzarte, es más difícil que llegues a frustrarte. Hay que encontrar, en cada derrota, el mensaje que nos invita a volver a intentarlo; y huir del mensaje que nos invita al abandono.
Esfuérzate siempre. Y hazlo por ti, por sentir lo que vales, por conocerte y por saber lo que eres capaz de alcanzar. No midas nunca tu valía por los logros que puedes alcanzar, sino por lo que eres capaz de esforzarte.
Hay que aceptar la derrota como una posibilidad, pero no como algo ineludible. Se puede vencer si uno tiene fe en sí mismo. Pero hay que hacerlo siempre limpiamente, con deportividad. Y, sea cual sea el resultado, habrás vencido en lo que te habías propuesto.
Porque, muchas veces, no se trata de alcanzar un objetivo. Se obtienen más recompensas en el camino que recorremos que en el momento en que llegamos a la cima que nos habíamos marcado. Lo bueno de intentar ser mejor, mejor persona, es que todo lo que nos rodea también se vuelve un poco mejor. Solo se trata de tener un poco de valor, de atrevimiento.
Muchos de nosotros luchamos por un motivo concreto. Pero muchas veces no se consiguen esos objetivos de la noche a la mañana. Hay que intentarlo una y otra vez aunque haya tropiezos.
Para superar los obstáculos de cada día, es necesario perseverar. La vida, es una sucesión de batallas. Todos podemos dejar nuestra huella en el mundo. Y debemos entender que las cosas no siempre suceden como deseamos.
Pero hay que disfrutar con lo que hacemos. Y pretender siempre hacerlo mejor. Dejar que la vida nos pida un poco más, un esfuerzo, para no contentarnos ni estancarnos. Y sentir el orgullo por las cosas bien hechas, y la necesidad de seguir avanzando.
Hay que mirar el futuro con la confianza de saber que estamos preparados para afrontarlo, sea como sea, venga lo que venga. Y para sentir que estamos listos, debemos mantener una actitud de esfuerzo constante. Y no olvidar, en nuestra lucha, cuáles son nuestros valores y nuestros principios.
Todo lo que en un principio vemos difícil, se convierte en fácil cuando lo hemos superado. Siempre volvemos la vista a atrás y decimos -No era para tanto.- Pero, para llegar a ese punto, primero hemos de ser capaces de intentarlo, y de aceptar que alcanzar nuestro objetivo, y no alcanzarlo, son dos posibilidades que se pueden dar. Pero no pensar, como primera opción, en la derrota.
No se trata de engañarnos, sino de ser positivos y realistas. Existen metas que son difíciles de alcanzar. Y, el esfuerzo, el hecho de esforzarse e intentar dar lo mejor de nosotros para alcanzarlo, es una herramienta de las que disponemos para llegar a nuestra meta...”
(Sin Equipaje, Ku Nim Sahn)
Hum...

Hola a todos! Tras unos días desconectado, sin poder escribir porque eran días de salir a ver otros deportes en Londres, o simplemente intentando conversar con otros deportistas, vuelvo a sentarme frente al portátil para mandaros unas letras.

No hay mucho que contar que os haya podido decir ya. Pero quería expresaros a todos mi gratitud por todas las muestras de cariño que he recibido. Mientras estaba en el estadio viendo las finales de atletismo, el último día de competición, charlaba con el psicólogo de la selección acerca de las sensaciones que tenía. Por un lado, cada muestra de afecto ha hecho que no consiguiese olvidar que había perdido. Y era como si, sin esa intención, la gente continuase metiendo el dedo en la yaga, en una herida todavía sin cerrar. Y eso, hacía que no pudiese estar todo lo animado que quisiese estar. Pero, al mismo tiempo, le decía que, el hecho de haber perdido, me ha permitido ver qué personas son las que realmente han estado ahí, a mi lado, apoyándome. Y eso, ha sido muy valioso. Si hubiese ganado, habrían sido muchos los que se habrían apuntado a la fiesta; pero, al haber perdido, apenas han quedado unos pocos. Pero, esos “pocos”, son los realmente importantes. Son las personas con las que vale la pena detenerse a conversar, y a compartir todas y cada una de las sensaciones que he tenido a lo largo de estos días. Gracias, de corazón, a todos ellos.

Ahora, os escribo desde el tren que nos lleva de regreso a León, a casa, con El Maestro, con todos los demás, con “pedi”... y de aquí unos días, bajaré a casa a descansar, a dormir bajo el techo y el calor de mi madre, de mi familia y de mis amigos. Llega el momento de descansar, de olvidar y de vaciar la mente para dejar espacio para nuevos aprendizajes y nuevas experiencias. Habrá tiempo para programar una nueva temporada, un nuevo ciclo...

Como os decía, no tengo mucho más que contar; pero no quería finalizar este post sin hacer una breve mención a tres personas.

La primera es mi seleccionador, al que, afectivamente, he llamado siempre “sensei”. En la última reunión que hicimos en la villa, nos comunicó su cese en el cargo. Nos dijo que se marchaba; que había sido una decisión dura de tomar, pero que era el final de un ciclo y era el momento adecuado para dejar paso a nuevas personas. Siento que es una persona a la que le debo mucho; de esas personas que se ha preocupado por que las cosas saliesen bien, y que, renunciando muchas veces a muchas horas de convivencia con su familia, ha estado siempre a mi lado para todo aquello que pudiese necesitar. Con el tiempo, me ha demostrado que sabe mucho más que yo a pesar de ser más joven. Y, al margen de ser el seleccionador, es una persona que se ha ganado mi respeto y mi admiración. Desde aquí, desde las llanuras de Castilla, le deseo lo mejor en el presente que tenga cada vez que amanezca.

La segunda persona, es el psicólogo deportivo, el confesor de mis ideas y mis temores. Una de esas personas que siempre ha tenido las palabras adecuadas en el momento adecuado. Su labor ha sido tal, que no imagino ahora mismo cómo un deportista de alto rendimiento se puede plantear un plan de trabajo sin incluir esta figura en su equipo. Entrenar, pero sobretodo competir, y hacerlo sin su ayuda, es sinónimo de no llevar con uno mismo todas las herramientas que son necesarias para alcanzar esa perfección deportiva. Las rutinas, la canalización de pensamientos, las herramientas ante la ansiedad de una competición... son muchas las variables que uno tiene que saber manejar y que, sin su ayuda, no habría sido capaz de conseguir. Al igual que el seleccionador, es alguien que, por su amplia experiencia, se ha ganado todo mi respeto y admiración.

Y bueno, la tercera persona, que está sentada sentada frente a mí, es mi entrenadora. Necesitaría poner a cagar el portátil para poder escribir todos y cada uno de los motivos por los que podría mencionarla. Su trabajo, su constancia, su dedicación, su disciplina... son cosas de las que ya os he hablado alguna vez. Pero, por encima de todas, quiero volver a contaros que, todo aquello que hemos trabajado, todo aquello que ambos hemos aprendido a través de la experiencia, lo hemos hecho porque ella me invitó a hacerlo. Nunca hubo imposición ni obligación. Pero, el tiempo, se fe encargando de demostrar que, el camino, la puerta que ella me invitaba a cruzar, siempre era la correcta (tiene la odiosa virtud de tener siempre razón, jajaja!). A lo largo de estas tres semanas, y de estos dos años, ha hecho que, simplemente, cada día valiese la pena.

Para mí, lo mejor de estos juegos de Londres 2012, ha sido el hecho de compartirlos con estas tres personas.

Y poco más. Voy a descansar un poco el corazón de tantas sensaciones, a leer un poco y, durante unos días, intentar ser una persona sencilla...

Volveremos a encontramos!

1 comentario:

  1. hola guapo
    he estado leyendo todo lo que has escrito de los juegos y me alegro mucho por ti , has vivido una experiencia muy enriquecedora, cuando se te pase el disgusto veras las cosas como las veo yo
    NO HAS PERDIDO
    has ganado, solo estar alli es ganar para ti y para los que te queremos,que estamos orgullosos de ti recibas una medalla o no.
    un beso muy grande de tu compañera de meditación Carmen

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