Hum...
Hola a todos! Qué tal van las cosas?
Espero que bien. Hace 8 días que no escribo. Os dije que lo haría
cuando tuviese cosas que contar; y, aunque todos los días habían
pequeños matices nuevos que siguen dando color a este cuadro, he
querido esperar al día de hoy para volver a escribir.
Los días han ido pasando con mucha
sencillez, con mucha calma... cosa que estoy saboreando mucho. Con el
tiempo, he ido aprendiendo a esperar, a entender que las cosas no
suceden siempre al ritmo que yo pudiera desear. Últimamente oigo
mucho aquello de que todo forma parte de un todo armónico, de un
equilibrio que hace que las cosas tengan sentido, lo lleguemos a
entender o no. Y, con ese pensamiento, la paciencia se vuelve muy
importante; porque es la herramienta necesaria para saber que todo lo
que sucede, tiene su razón de ser. Recuerdo que una vez hablaba con
uno de mis rivales, un brasileño que siempre está rezando y que de
mayor quiere ser pastor de hombres, sobre el hecho de que, lo
importante, no es que Dios nos conceda aquello que deseamos; sino que
nos conceda sabiduría para entender porqué, a veces, no sucede lo
que deseamos.
Total, que me voy por las ramas, que
están siendo días buenos. La semana pasada llegaron las bolas
nuevas. Ahora, me lo tomo con humor, pues parecen más boniatos que
otra cosa. Pero es cuestión de pisarlas un poco, hacerlas rodar y
que vayan cogiendo la dureza deseada. La verdad es que es algo que me
ha ilusionado bastante: estrenar un juego nuevo. Hemos empezado los
entrenamientos de cara a la jornada de la liga de Castilla y León
que tenemos el domingo. Han estado bien; aunque han sido, más que
nada, para desempolvar el material que descansaba esperando volver a
competir.
Y sabéis qué? Hoy he empezado en
caballos otra vez! Ha estado genial. He llegado y el saludo de la
persona que trabaja conmigo ha sido muy agradable. Un breve abrazo
que me ha sabido a “hola, me he acordado de ti muchas veces”.
Balú me miraba, pero dudo que me recordase. Afortunadamente, he
vuelto a montar en él. Y a pesar del tiempo que ha pasado, han
bastado unos segundos para estar bien posicionado encima del animal y
salir a caminar con él. Llovía a mares. Pero a mares de novela, no
de los de verdad, que son más apacibles. Así que hemos dado vueltas
por un recinto que tienen techado, sobre suelo de arena dura. Y
buah... lo he disfrutado como un enano. A nivel físico, de estar
tanto tiempo con las piernas dobladas, tengo algunos músculos
acortados, sobretodo de los muslos, por lo que, llevar las piernas
colgando en el caballo, hace que me sirva de estiramiento. Y como el
animal tiene un par de grados corporales de temperatura, también
ayuda al estiramiento y la relajación de las piernas. Así que... un
placer.
Y poco más. Es casi la hora de cenar.
Así que lo voy a dejar aquí y ya os voy contando más cosas
conforme se vayan sucediendo.
Besos a todos y buen fin de semana si
no nos vemos antes.